El nacimiento de Johanna

Fotografías © Erja Lempinen www.lempinen.se

La madre cuenta:

“Soy en general una persona precavida, siento miedo al dolor, a sufrir accidentes  y los hospitales me resultan extremadamente desagradables. Estando embarazada de mi primer hijo, dos grandes amigas decidieron dar a luz a sus bebés en casa y yo les acompañé en ese momento tan maravilloso. Ambas experiencias fueron muy conmovedoras, experimenté dolor y dramatismo (uno de los partos fue largo y complicado, aunque terminó felizmente) pero sobretodo experimenté la gran intensidad de los momentos especiales de la vida. Y todo en una atmósfera de mucho, mucho amor. Me sentí tan segura que decidí que yo también daría a luz a mi bebé en casa.

Mantuve esta certeza a pesar de que tanto la matrona como el médico de mi centro de salud materno infantil me advirtieron que hacerlo sería una irresponsabilidad de mi parte, los motivos eran  tener 35 años, ser primeriza y vivir demasiado lejos del hospital. Yo sentí sin embargo, que era la decisión más responsable que podía tomar pensando en mi bebé. Además contaba con mis dos amigas que ya habían vivido la experiencia de dar a luz en sus casas y contaba también con otra buena amiga y comadrona de profesión, todas dispuestas a estar presentes y apoyarme.

Llegó el día en el que me puse de parto, ya había comenzado la dilatación cuando a la luz del sol de la tarde llegaron mis amigas y mi amigo Péter en un coche repleto de bebés y buena comida para la fiesta que organizaríamos en el jardín. Por momentos me pareció importante estar solos mi marido y yo, pero al ir pasando el tiempo fui sintiendo que era maravilloso estar rodeada de nuestros amigos dándonos apoyo y ánimo como una hinchada entregada. Más tarde pensé que con el miedo terrible que siento al dolor, de haber parido en el hospital lo hubiese hecho con anestesia.

Por fin después del trabajo del parto, me acosté en el colchón sobre el suelo con mi hija recién nacida en mis brazos, el papá cerca de las dos, el fuego en la chimenea y una botella de champagne para brindar con nuestros más cercanos amigos. Ellos se habían esmerado en poner todo bonito, preparar rica comida y cuidarnos y mimarnos de todas las maneras posibles. Allí estaban también la mañana siguiente, ayudándonos en todos los quehaceres prácticos lo cual me permitió dedicarme por entero a mi pequeña bebé.

Por todo ello no sentí ninguna duda a la hora de dar a luz a mi segundo hijo. Esta vez decidimos estar solo nosotros, mi marido y yo y nuestra amiga/comadrona. Esta vez los miedos eran mucho menores a parir, sentí que mi cuerpo había hecho su trabajo de la mejor manera posible.”

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