Ninguna mujer nace para puta... sino se hace – ¿pero cómo?

21 de septiembre de 2014

Hace algunos meses me ha llegado esta charla de Sonia Sánchez, titulada "Ninguna mujer nace para puta".

Sonia Sánchez fue explotada sexualmente durante 6 años, desde los diecinueve. Hoy une su experiencia de vida a la reflexión teórica y política sobre temáticas de género, trata de personas y prostitución. Destacada como Mujer del Año 2012 por su provincia natal del Chaco (Argentina), en reconocimiento a su labor incansable por los derechos de las mujeres.  Es autora del libro "Ninguna mujer nace para puta" y "La puta esquina".

He escuchado la charla de Sonia Sánchez con mucho respeto e interés. Sin embargo, los últimos tres minutos de la misma me han provocado mucha perplejidad e hicieron que dedique esta entrada de blog a la charla no como un testimonio indispensable de una superviviente de la prostitución, sino un ejemplo de incoherencia ideológica. Después de quince minutos de explicar que la prostitución es la violación de los derechos económicos sociales y culturales, y que no es "el negocio más antiguo" sino la violencia más antigua, Sonia Sánchez de repente invita al público a reflexionar en un estado de relajación inducida sobre siete preguntas:

  1. ¿Cuántas veces sentís que es por tu culpa?
  2. ¿Cuándo no podés decir “no”?
  3. ¿Qué cosas no estás diciendo porque tienes miedo?
  4. ¿A qué le tenés miedo?
  5. ¿Cuándo dices basta, cuánto más toleras?
  6. ¿Cuántas cosas cambias por protección?
  7. ¿En cuántas otras cosas te prostituyes?

Mis preguntas son: ¿A qué cuentos vienen en una charla que se propone revindicar el derecho de todas las mujeres de no ser prostituidas esas preguntas más bien dignas de libros de autoayuda tipo Nueva Era que prometen liberación y producen culpabilidad al postular que los males socialmente condicionados de las personas son productos de su propia mente y de su personalidad? ¿Acaso no tenemos suficiente conocimiento de que con tácticas manipulativas e intimidantes o violencia directa se puede convertir a cualquier mujer en persona maltratada, prostituida, secuestrada, independientemente de si anteriormente había sido una persona cargada de culpabilidades o segura de sí misma, miedosa o atrevida, insegura o asertiva? Si el postulado “ninguna mujer nace para puta” desemboca en que “sino se hace”, pero no por obra de condiciones sociales, económicas y culturales que confluyen para desempoderarle, sino a causa de sus propios rasgos de personalidad, casi peor el remedio que la enfermedad.

Y si no fuera suficiente con los clichés culpabilizadores de las víctimas sugeridos en las primeras cinco preguntas, las dos últimas preguntas insinúan los argumentos más astutos pro-prostitución: aquello de “todas las mujeres son putas”, como si la situación de mujeres que supuestamente “se venden” en las relaciones mujer-hombre patriarcales tipo “sumisión por protección” o la situación de cualquier persona que en aras de conseguir alguna ventaja renuncia a algo (uso cotidiano ––y fuera del contexto de la prostitución propiamente dicha–– de la expresión “prostituirse”) fuese equiparable a la realidad de las mujeres sistemáticamente explotadas sexualmente por la industria del sexo.

Para rematar, la última palabra de la última pregunta incurre en una terminología que a lo largo de los siglos ha contribuido y sigue contribuyendo a que la existencia de la prostitución se atribuya a las víctimas de esta institución en lugar de la demanda masculina: "...te prostituyes...".

Sonia Sánchez utiliza en sus charlas y sus escritos la palabra puta, uso que ella ha argumentado en un programa de televisión de la siguiente manera:

“Me gusta nombrar las cosas por su nombre. Uso la palabra puta porque no permite disfrazar, ni mentir. Si vos decís mujeres en situación de prostitución o trabajadoras sexuales, estás maquillando la realidad. La prostitución es violencia y humillación, no es trabajo. El hambre y la vulnerabilidad fabrican putas y lo grave es que hoy la explotación sexual está organizada y globalizada.”

A mi también me gusta nombrar las cosas por su nombre, e incluso ser políticamente correcto (término que yo sigo usando en su acepción original, anterior a los tiempos neoliberales y neomachistas que corren y que han convertido el feminismo en insulto y el esfuerzo de utilizar un lenguaje lo más justo posible en algo ridículo). Por esa misma razón estoy de acuerdo en parte y disiento en parte:

  • Estoy de acuerdo en que la prostitución no es trabajo, por lo que hablar de trabajadoras sexuales es estar maquillando la realidad.
  • El hambre y la vulnerabilidad en sí no fabrican putas, son los prostituidores, organizados a nivel global, que se aprovechan del hambre y la vulnerabilidad, y usan la violencia y la humillación para explotar sexualmente a sus víctimas.
  • Puedo aceptar la palabra puta si es utilizada por personas que están o han estado en situación de prostitución, como una especie de resistencia a la estigmatización y reivindicación de su dignidad. Acepto también que la expresión “personas en situación de prostitución” (que yo prefiero utilizar) puede estar maquillando la realidad si no incluye la explicación de cómo la persona ha llegado a esa situación. Por eso el marco contextual que define las palabras tiene que ser muy claro. ¡No es lo mismo una persona prostituida (por prostituidores) que una persona que se prostituye (ella misma)!

Cito de nuevo a Sonia Sánchez:

“La prostituta no es sujeto de derechos, es un objeto de uso y abuso; no hay cliente, hay torturador prostituyente, que puede ser tu cura confesor; la prostitución no es un trabajo, es un campo de concentración. Argentina es un país abolicionista, por lo tanto tenemos que luchar contra la prostitución. Si nosotros estamos luchando contra el tráfico de personas para la explotación sexual, debemos luchar fuertemente contra la prostitución, porque no hay una elección libre. Estás eligiendo coaccionada, por lo tanto no existe elección.”

Si es así (y sí, es así), no cabe poner preguntas culpabilizadoras ni conjugar mal. Ninguna mujer nace para puta, ninguna mujer se prostituye a si misma, ninguna mujer estaría prostituida si no hubiera personas que quieran recurrir a personas prostituidas.